Es difícil explicar esta sensación…y trataré de hacerlo bien, de escoger palabras adecuadas.
Sólo una pequeña luz estaba encendida, tú estabas sentado frente al computador de mi hermano, trabajando. Llegué llorando, y tú me preguntaste qué hombre me hacía daño, para ir a golpearlo, jajaja. Después de eso, te conté todas mis inseguridades y el por qué me daba tanto miedo tener una relación seria. Tú me aconsejabas tan bien.
Luego de darme consejos, me animabas, y me decías que en la vida todo se podía con perseverancia, y con la ayuda de Dios que nos fortalecía día a día.
Vivías en Coquimbo, con mi otro tío, el mayor de todos. Trabajaban en un proyecto excelente. Pero echabas de menos Santiago, era tanto que tenías que quedarte aquí, en casa, durante semanas.
Aprovechabas de ver a tu novia, a tus amigos, y a tus otros hermanos, y seres queridos.
Un día, conversando con mi madre, me contó que sufrías de una enfermedad: bipolaridad, y depresión.
Qué extraño; siempre sonriendo, tan alegre, animando a los que te rodeaban, ayudando en todo, y sin embargo, sufrías más que nunca, en soledad.
No se debe hacer eso, siempre es bueno desahogarse con alguien, quizás sin esperar ayuda, simplemente ser escuchado.
Llegaste a un punto en que no aguantabas más, y explotó todo.
Tuviste que vivir aquí durante un año y medio, con tratamientos, muchas pastillas que te dejaban dopado durante horas, por lo tanto no podías estar en Coquimbo trabajando, y lo mejor era quedarte con nosotros. Te cuidábamos con gusto.
Me intrigaba mucho tu vida, y le pregunté a mi mamá por qué tenías depresión. Ella me contó que habías estudiado para ser contador, en la universidad de Chile. Saliste de la universidad con tantas ganas de trabajar, pero nunca encontraste dónde. Sin embargo, nunca te rendías, eras un emprendedor, y te hiciste una tienda en donde vendías de todo, y así pudiste mantenerte bien.
El hecho de trabajar en algo que no querías te afectaba día tras día.
Siendo el menor, a tus 18 años, tuviste que vivir la muerte de tu padre, quien apenas pudo vivir junto a ti la adolescencia.
Luego pololeaste con una tipa que te robaba todo el tiempo, te volvió loco.
Otros problemas mayores –imagino- tuviste para dispararte en la cabeza. Gracias a Dios la bala no salió, pero seguiste intentándolo…al parecer la única salida que veías era la muerte.
Durante el tiempo que viviste aquí, aprendí a conocerte mejor, fuiste una imagen paterna, una bella imagen paterna, un hombre preocupado, tierno, que entregaba cariño a pesar de todo.
Luego, todo empeoró. Comenzaste a tomar todos los días, llegabas borracho a casa, y mi madre tenía que acostarte, y retarte, como a un hijo más. Desobedecías en todo, no tomabas las pastillas. Recuerdo tus arranques de locura. Tirabas todo al suelo, gritabas, y yo cerraba la puerta porque no sabía qué hacer. Sufrías tanto, llorabas, dopado, tomabas más pastillas para morir, pero no te resultaba, y llegabas a casa tarde, arrastrándote, pidiendo que te mataran, que no querías seguir así.
Las imágenes aún las tengo en la memoria, es tan fuerte.
Hubo un tiempo, después de esos malos, en que estuviste mejor, las pastillas te estabilizaron, y tuviste un hijo con tu novia. El Gerardito, que niño más bello.
Eras un papá feliz, dabas todo por tu hijo, todo. Ya se olvidaron todas las ganas de morir, y lo único que querías era estar siempre protegiéndolo, enseñándole cosas, entregándole amor. Volviste a Coquimbo, seguías trabajando para mantener a tu familia. Todo iba tan bien.
De vez en cuando venías a Santiago a visitarnos, y a ver a tu hijo.
Hasta que caíste nuevamente, y volviste a vivir con nosotros, pero te comportabas como un niño, estabas loco, era como tener a un hermano menor, desordenado, mal genio…inmaduro.
Muchas veces nos enojamos contigo, te retábamos y te ibas a llorar al segundo piso, en mi pieza, que la ocupabas tú en ese entonces.
Luego, producto de tus ataques, dejaste la embarrada en mi habitación, por lo que te cambiamos a una más grande y cómoda, la de mi hermana.
Con mi hermana te llevabas genial, eran como amigos.
En fin, así pasaban los días, a veces bien, otras mal, siempre inestable.
Te fuiste enojado de acá, en agosto del 2004. Te habías peleado con toda mi familia...hiciste algo terrible por culpa de tus cambios, y rompiste casi todo en mi casa.
Mi abuela preguntaba todos los días por ti.
Es tan sorprendente, las mamás siempre tienen ese sexto sentido, esos presentimientos, esas cosas que sólo ellas pueden sentir…
Se acercó a mí, y me dijo llorando que había visto las flores del jardín, marchitas, y eso era malo.
Luego nos dijo, a mi familia y a mí, que te llamáramos, y tanto fue que insistió que lo hicimos.
Habías muerto hace dos días, sólo en tu casa de Coquimbo. Bronconeumonía, te dolió el pecho y te encontraron tirado en el piso, al frente del closet.
Los vecinos fueron los que nos avisaron.
Qué frágil es la vida.
No soporto los funerales.
Era la primera vez que asistía a un funeral de un ser cercano y tan querido.
Cada vez que voy a esa iglesia, en donde estaba tu tumba, en donde estaba tu cuerpo, que terrible imagen; me pongo a llorar desesperada, ¡es tan fuerte todo!
Al parecer tú no sabías cuánto y cuánta gente te quería, pero la iglesia estaba llenísima.
Mi mamá lloraba, mi hermana no podía pararse, pasmada.
Mi hermano no reaccionaba.
Y yo jamás creí que te habías muerto...hasta el día en que te vi acostado en esa cama que muchos temen
:( bu bu ..Sigo echándote de menos...
Tu hijo, mi primo pequeño, sigue preguntando por ti. Es tan lindo, y todos o amamos, porque es igual a ti, y porque es un angelito. (Además, es de la católica, porque tú le dijiste "Si te gusta el futbol, DEBES ser de la católica" jaja y todavía me sigue cantando todos los 'himnos' que tienen y nombrándome a cada jugador del equipo)
Mi abuela piensa que sigues vivo y te ve en todos lados. Hasta el día de hoy me pregunta si estás o no en coquimbo, que por qué no la llamas ( y son testigos mis amigos...)
Yo, te siento, siempre protegiéndonos.